Mundo Fusion

domingo, febrero 19, 2017

El Círculo Hermético...

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El Círculo Hermético - Miguel Serrano
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"Es el 22 de enero de 1961, en Montagnola, en la parte italiana de Suiza. Almuerzo en casa de Hermann Hesse. Afuera cae la nieve; pero el cielo está claro. Miro a través de la ventana; luego, a mi plato de CURRY; al levantar la vista encuentro, al otro extremo de la mesa, los ojos también claros y transparentes de Hesse.

-¡Qué suerte -digo- hallarme hoy almorzando aquí, con usted!

-Nada sucede casualmente -responde Hesse-, aquí sólo se encuentran los HUÉSPEDES JUSTOS; éste es el CIRCULO HERMÉTICO..."

EL SUEÑO 

"Esa noche, en Zurich, tuve un sueño. Veía un gran edificio de color blanco, de construcción  extendida, con varios pisos, que parecía una universidad. En él estudiaban numerosos alumnos; cada dependencia era una sala de clases. Se estudiaban de preferencia las ciencias exactas y aplicadas, la Ingeniería, la Física. Cada alumno en ese ejército incontable sería luego un científico, un ingeniero, que aplicaría los maravillosos conocimientos adquiridos para lograr resultados tangibles. Utilizaría esos conocimientos automáticamente, por así decirlo, sin jamás maravillarse, ni prolongar el pensamiento hacia la duda, sin sacar conclusiones vitales, sin remontarse a las esencias. Era éste el mundo del presente y del futuro. Los hombres salidos de estas aulas serían duros, plomos, hechos para expresarse en las leyes de la mecánica, productos ellos mismos de la mecánica. Los últimos exponentes de un mundo con alma, de un tiempo solar, con carne y espíritu; los últimos representantes de los dioses y demonios clásicos, de la tierra viva, del vino y de la sangre, ya se fueron. Acababan de morir. Semidioses, hombres vivos, los últimos hijos heroicos del ensueño y de la magia. Serían juzgados por los hombres-hormigas del presente como románticos, como idealistas, productos de la superestructura de una sociedad burguesa en descomposición. Los arquetipos del presente serán los hombres-grises del átomo, de la máquina, los conquistadores físicos del espacio, los que se preparan tan sañudamente en estas universidades de cemento, en estos países de asfalto. Y cada vez será peor, cada vez más. ¿Qué tenía que hacer yo aquí?, me preguntaba. ¿Cuál era mi lugar, mi sitio? Extraño, ajeno, no existía para mí un solo hueco, un solo espacio. ¿Y Hesse, y Jung, dónde se habían ido? Muy lejos, totalmente inalcanzables. Ellos no retornarían jamás; irían a otros mundos, a otros universos ganados por el trabajo que realizaron en su alma. Y yo, ¿qué podría hacer? Prepararme también, cumplir con el esfuerzo para no retornar nunca más a esta tierra y merecer a mi vez el paso a otra esfera. Me quedaba muy poco tiempo para ello, debería hacer el esfuerzo último. Pronto, ahora mismo, si quería salvarme del desierto-plomo en que la tierra será transformada por la mecánica, de la prisión horrible, y poder avanzar por el mismo sendero que mis camaradas mayores, que mis amigos, los semidioses de sangre y carne, los magos, los guardadores del sueño...


LA FIESTA DE BREMGARTEN

"Hoy es domingo. Me encuentro solo en mi casa de Belgrado y me propongo celebrar un rito, rodeado de mis cuadros y esculturas de Oriente. Voy a escuchar la música que Hesse amaba y la voy a escuchar con él, voy a prestarle mis sentidos para que aún pueda seguir oyéndola. Estoy seguro de que él vendrá. 

Enciendo unas varillas de sándalo de la India y pongo en la electrola la Misa de Bach en Si Menor. 

Me reclino en un sofá y dejo que la música nos envuelva. No pierdo una nota, no puedo hacerlo, pues él está oyendo a través de mí y debo serle fiel, debo escuchar tal como él lo hiciera mientras vivía. ¡Ah!, sí, esta música es como la pintura de Leonardo, como 'La Anunciación', el 'San Juan', 'Santa Ana y la Virgen', como la 'Virgen de las Rocas'. En esta Misa, Bach repite su propia vida, ofrenda sus motivos, sus símbolos, sus leyendas, a ese algo que lo trasciende y que es su propia alma. Es una misa consigo mismo. Es un Sacrificio a la propia vida, a la propia alma, buscándose, rebuscándose, prolongándose, y donde los últimos toques son un Matrimonio y una ofrenda casi sacrílegos. Es la muerte y la esperanza de la Resurrección, pero en los propios mitos, en las historias creadas, en los compases, en los motivos, en los juegos de los números, en el contrapunto, en las voces desmaterializadas y en la flor que crece de todo esto, la flor mística que brota en el Altar y que es el producto imaginario de la sostenida tensión de un alma que ha gritado desde la cuna hasta la tumba: "Padre mío, ¿por qué me has abandonado?" La magia es esto: la creación de la Flor Mística. Sólo muy pocos lo han conseguido. Bach, en su Misa. La Misa es también la fiesta de Bremgarten que Bach se ofrendara a sí mismo, repitiendo en ella toda su vida de creador.


Sigo escuchando. No pierdo nada. Y Hesse está aquí y lo agradece. El oye conmigo, él me enseña a escuchar la música.

La Misa ha terminado y le seguirán luego 'La Pasión según San Juan' y 'La Pasión según San Mateo'. Todo un día, toda una semana, hasta el próximo domingo. Y al final de este rito, cumplido ya, vendrá nuestra Fiesta de Bremgarten, la mía.

Efectivamente, he preparado un almuerzo en mi casa solitaria de Belgrado, en este país que pugna por superar la era del sol y de la espiga. Y voy a invitar a ese almuerzo a todos mis fantasmas, a mis mitos y a mis muertos.

Será un almuerzo en honor del amigo ya partido. Le devolveré ahora su hospitalidad en Montagnola. Pero invitaré también a mis leyendas.

Les hago pasar al comedor y les voy sentando a mi mesa, mientras allí cerca se ejecuta la música mágica. Todos se sientan de tal modo que forman un Mandala.

En un comienzo la fiesta fue en honor de Hesse, pero poco a poco se ha transformado en una Misa oficiada en mi propia
alma, con los sueños de toda una vida.

Entonces, escancié vino rojo de Istria y de los Andes. Y brindé por Hesse y porque su camino de ultratumba le fuese suave. Le prometí, además, sostenerle en mi recuerdo en contra de las espantables aguas del Gran Río. Y brindé por cada uno de mis fantasmas y por los grandes sueños.

Brindamos, brindamos mucho, mientras cantaban los coros embrujados. Y envueltos en ellos se movían cadenciosos los rostros de la Leyenda, de los amigos sin tiempo y sin espacio...
"

“Nuestra amistad no fue, por cierto, literaria, 
sino mágica, sin edad, sin tiempo; 
un encuentro en medio del río eterno de las cosas...”