El Golem...
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El Golem
(Gustav Meyrinck)
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"—Las vivencias internas no son ningún
milagro. Ya es bastante extraño que, al parecer, haya hombres que no tengan
ninguna. Desde mi infancia, día tras días, noche tras noche, vivo yo —se
interrumpió con un brusco movimiento y me di cuenta de que en ella había alguna
otra cosa de la que nunca me había hablado, quizá la existencia de sucesos
invisibles parecidos a los míos...— pero no es ahora el momento para hablar de
esto. Incluso si resucitara y curase a los enfermos poniéndoles la mano encima,
yo no lo podría llamar milagro. Sólo cuando la materia muerta, la tierra, sea
animada por el espíritu y se rompan las leyes de la naturaleza, habrá sucedido
aquello que estoy añorando desde que empecé a razonar. Una vez me dijo mi padre que hay dos
partes en la Cábala: una mágica y otra abstracta que nunca podrán coincidir.
Es cierto que la mágica podrá atraer a la abstracta, pero jamás ocurrirá al
revés. La mágica es un don, un regalo, la otra se puede conseguir, si bien sólo con la ayuda de
un guía. —Volvió a tomar el hilo del comienzo—: Es el don lo que deseo; lo que yo pueda conseguir me es indiferente y
tiene para mí tan poco valor como el polvo. Cuando tengo que imaginar que
podrían venir épocas, como he dicho antes, en las que tendría que vivir otra
vez sin milagros —vi cómo se agarrotaban sus dedos, y el remordimiento y el
dolor me desgarraban—, creo que podría morir ya, a la vista de esa sola
posibilidad.
Le pregunté:
Le pregunté:
—¿Es ése el motivo por el que usted deseaba que
el milagro no hubiera sucedido nunca?
—Sólo en parte. Pero además hay otra cosa. Yo...
yo —recapacitó un momento— no estaba todavía madura para vivir un milagro en
esa forma. Es eso. ¿Cómo se lo podría explicar? Suponga, sólo como ejemplo, que
desde hace años tiene cada noche un único sueño, que continúa siempre más
complejo, en el que alguien, digamos un habitante de otro mundo, me enseña y me
muestra en una imagen de mí misma, con sus continuas transformaciones, no sólo
lo alejada que estoy de la madurez mágica para poder vivir un «milagro», sino
que me da la explicación lógica de las cuestiones que me preocupan durante el
día y que en todo momento puedo comprobar. Usted me comprenderá: un ser así
suple toda la felicidad que uno pueda imaginar en la vida; es para mí el puente
que me une con el «más allá», es la escala de Jacob por la que puedo ascender
desde lo cotidiano a la luz, es mi guía, mi amigo; toda la confianza en que no
podré perderme en los oscuros caminos que recorre mi alma por la locura y la
confusión, la tengo puesta en él,
quien nunca me ha engañado. Y ahora, de repente, contra todo lo que él me ha
dicho, ¡se cruza un milagro en mi vida! ¿Qué es lo que debo creer ahora? ¿Todo
lo que me ha llenado ininterrumpidamente durante tantos años fue sólo un engaño?
Si tuviera que dudar de ello caería de cabeza en un abismo sin fin. Sin
embargo, ¡ha sucedido el milagro! ¡Gritaría de alegría, si...!
—¿Si...? —la interrumpí sin respiración. Quizá
pronunciara la palabra salvadora y podría confesarle todo.
—... si me enterara de que me he equivocado; de
que en realidad no hubo ningún milagro. Pero sé, de igual modo que sé que ahora
estoy aquí sentada, que me destrozaría —mi corazón se heló—. Ser rechazada y
arrancada del cielo y tener que bajar de nuevo a la tierra, ¿cree usted que eso
lo puede soportar un hombre?
—Pida ayuda a su padre —dije sin pensar a causa
del miedo.
—¿A mi padre? ¿Ayuda? —me miró sin comprender—.
Donde no hay más que dos caminos, ¿podría encontrar él un tercero? ¿Sabe usted
cuál sería mi única salvación? Que me sucediera a mí lo que le ha sucedido a usted. Si en este momento... pudiera
olvidar... todo lo que tengo tras de mí: toda mi vida hasta el día de hoy...
¿No es curioso? Lo que usted considera una desgracia, sería para mí la mayor
alegría.
Ambos permanecimos un largo rato en silencio..."
"Por primera vez vi marcados rasgos de mujer en su rostro.
—Es uno de mis sueños —continuó en voz baja—
imaginarme como meta final que dos seres se fundan en uno... en eso que... ¿no
ha oído nunca hablar del antiguo culto egipcio a Osiris? Se conviertan unidos
en eso que el «hermafrodita» debe significar como símbolo.
Escuché con gran atención:
—¿El hermafrodita?...
—Me refiero a la unión mágica de lo masculino y
lo femenino en la figura humana del semidiós. Eso, ¡como meta final! No, no
como meta, sino como principio de un nuevo camino, eterno... sin fin.
—¿Y espera encontrar alguna vez —pregunté agitado—
al que usted busca? ¿No puede ser que viva en un país lejano, que quizá no
exista en el mundo?
—De eso no sé nada —dijo sencillamente—. Sólo
puedo esperar. Si él estuviera separado de mí por el tiempo y el espacio, cosa
que no creo, ¿por qué estaría yo aquí ligada al ghetto? O por los abismos del
desconocimiento mutuo, y no lo encontrara, entonces mi vida no ha tenido en
absoluto ningún sentido y ha sido sólo el absurdo juego de un demonio
idiotizado. Pero, ¡por favor, por favor, no hablemos más de eso! —me rogó—.
Sólo expresar ese pensamiento deja un sabor terrible y terreno, y yo no
quisiera que... —se interrumpió de repente..."
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