Mundo Fusion

jueves, febrero 14, 2019

El Golem...

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El Golem
(Gustav Meyrinck)
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"—Las vivencias internas no son ningún milagro. Ya es bastante extraño que, al parecer, haya hombres que no tengan ninguna. Desde mi infancia, día tras días, no­che tras noche, vivo yo —se interrumpió con un brusco movimiento y me di cuenta de que en ella había alguna otra cosa de la que nunca me había hablado, quizá la existencia de sucesos invisibles parecidos a los míos...— pero no es ahora el momento para hablar de esto. Incluso si resucitara y curase a los enfermos poniéndoles la mano encima, yo no lo podría llamar milagro. Sólo cuando la materia muerta, la tierra, sea animada por el espíritu y se rompan las leyes de la naturaleza, habrá sucedido aquello que estoy añorando desde que empecé a razonar. Una vez me dijo mi padre que hay dos par­tes en la Cábala: una mágica y otra abstracta que nun­ca podrán coincidir. Es cierto que la mágica podrá atraer a la abstracta, pero jamás ocurrirá al revés. La mágica es un don, un regalo, la otra se puede con­seguir, si bien sólo con la ayuda de un guía. —Volvió a tomar el hilo del comienzo—: Es el don lo que deseo; lo que yo pueda conseguir me es indiferente y tiene para mí tan poco valor como el polvo. Cuando tengo que imaginar que podrían venir épocas, como he dicho antes, en las que tendría que vivir otra vez sin milagros —vi cómo se agarrotaban sus dedos, y el re­mordimiento y el dolor me desgarraban—, creo que po­dría morir ya, a la vista de esa sola posibilidad. 
Le pregunté:
—¿Es ése el motivo por el que usted deseaba que el milagro no hubiera sucedido nunca?
—Sólo en parte. Pero además hay otra cosa. Yo... yo —recapacitó un momento— no estaba todavía ma­dura para vivir un milagro en esa forma. Es eso. ¿Cómo se lo podría explicar? Suponga, sólo como ejemplo, que desde hace años tiene cada noche un único sueño, que continúa siempre más complejo, en el que alguien, digamos un habitante de otro mundo, me enseña y me muestra en una imagen de mí misma, con sus con­tinuas transformaciones, no sólo lo alejada que estoy de la madurez mágica para poder vivir un «milagro», sino que me da la explicación lógica de las cuestiones que me preocupan durante el día y que en todo mo­mento puedo comprobar. Usted me comprenderá: un ser así suple toda la felicidad que uno pueda imaginar en la vida; es para mí el puente que me une con el «más allá», es la escala de Jacob por la que puedo ascender desde lo cotidiano a la luz, es mi guía, mi amigo; toda la confianza en que no podré perderme en los oscuros caminos que recorre mi alma por la locura y la confu­sión, la tengo puesta en él, quien nunca me ha engañado. Y ahora, de repente, contra todo lo que él me ha dicho, ¡se cruza un milagro en mi vida! ¿Qué es lo que debo creer ahora? ¿Todo lo que me ha llenado in­interrumpidamente durante tantos años fue sólo un en­gaño? Si tuviera que dudar de ello caería de cabeza en un abismo sin fin. Sin embargo, ¡ha sucedido el mila­gro! ¡Gritaría de alegría, si...!
—¿Si...? —la interrumpí sin respiración. Quizá pro­nunciara la palabra salvadora y podría confesarle todo.
—... si me enterara de que me he equivocado; de que en realidad no hubo ningún milagro. Pero sé, de igual modo que sé que ahora estoy aquí sentada, que me destrozaría —mi corazón se heló—. Ser rechazada y arrancada del cielo y tener que bajar de nuevo a la tierra, ¿cree usted que eso lo puede soportar un hom­bre?
—Pida ayuda a su padre —dije sin pensar a causa del miedo.
—¿A mi padre? ¿Ayuda? —me miró sin compren­der—. Donde no hay más que dos caminos, ¿podría encontrar él un tercero? ¿Sabe usted cuál sería mi única salvación? Que me sucediera a lo que le ha sucedido a usted. Si en este momento... pudiera olvidar... todo lo que tengo tras de mí: toda mi vida hasta el día de hoy... ¿No es curioso? Lo que usted considera una desgracia, sería para mí la mayor alegría.
Ambos permanecimos un largo rato en silencio..."


"Por primera vez vi marcados rasgos de mujer en su rostro.
—Es uno de mis sueños —continuó en voz baja— imaginarme como meta final que dos seres se fundan en uno... en eso que... ¿no ha oído nunca hablar del antiguo culto egipcio a Osiris? Se conviertan unidos en eso que el «hermafrodita» debe significar como sím­bolo.

Escuché con gran atención:

—¿El hermafrodita?...

—Me refiero a la unión mágica de lo masculino y lo femenino en la figura humana del semidiós. Eso, ¡como meta final! No, no como meta, sino como principio de un nuevo camino, eterno... sin fin.

—¿Y espera encontrar alguna vez —pregunté agita­do— al que usted busca? ¿No puede ser que viva en un país lejano, que quizá no exista en el mundo?

—De eso no sé nada —dijo sencillamente—. Sólo puedo esperar. Si él estuviera separado de mí por el tiempo y el espacio, cosa que no creo, ¿por qué estaría yo aquí ligada al ghetto? O por los abismos del desconocimiento mutuo, y no lo encontrara, entonces mi vida no ha tenido en absoluto ningún sentido y ha sido sólo el absurdo juego de un demonio idiotizado. Pero, ¡por favor, por favor, no hablemos más de eso! —me ro­gó—. Sólo expresar ese pensamiento deja un sabor te­rrible y terreno, y yo no quisiera que... —se interrum­pió de repente..."