Mundo Fusion

viernes, febrero 23, 2018

El lamento de Ariadna...

  
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 Lamento di Arianna, escena VII
Claudio Monteverdi
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"¡Ay! Dejadme morir, 
¿Qué puede confortarme 
Ante esta dura suerte, 
En este gran martirio? 
¡Ay! Dejadme morir. 
¡Oh Teseo, oh Teseo mío!  
Te quiero llamar mío,
 puesto que mío eres, 
¡Oh Teseo, oh Teseo mío! 
Te quiero llamar mío,
 puesto que mío eres, 
Aunque esquives, 
oh cruel, los ojos míos. 
 Retorna, Teseo mío, 
Retorna, amado ídolo, 
Vuelve a mirar a aquella
 Que por ti abandonó su patria y reino, 
Y en esta playa ahora 
Presa de fieras despiadadas y crueles, 
Sus huesos dejará. 
¡Teseo, oh Teseo mío!, 
Por Dios, si tú supieses, 
Si supieras ¡ay de mí! cuánto padece 
 La desdichada Ariadna, 
Quizá, quizá contrito, 
Enfilarías tu proa hacia esta orilla. 
Mas con la dulce brisa 
Tú partes tan contento, mientras lloro. 


Atenas te prepara 
Una suntuosa fiesta, yo aquí me quedo 
Víctima solitaria de las fieras. 
Tus viejos padres, uno y otra, 
Te abrazarán felices. 
 Yo en cambio 
Nunca más os veré, 
¡oh madre, oh padre mío! 
¿Dónde, en dónde está la fe 
 Que tanto me juraste? 
¿Es así como al trono 
Pretendes que yo ascienda? 
¿Son éstas las coronas 
Que han de ceñir mis sienes? 
¿Acaso éstos los cetros, 
Las alhajas y el oro? 
¿Dejarme abandonada 
Entre bestias feroces? 
¡Ah Teseo, ah Teseo mío!, 
¿Dejarás tú que muera 
Llorando en vano y suplicando ayuda 
La miserable Ariadna, 
Que en ti confiaba, y te dio vida y gloria? 
¡Ay! No quiere responderme. 
¡Ay!¡Como el áspid es sordo a mis lamentos! 


¡Oh nubes, trombas, vientos, 
Sumergidlo en las olas! 
¡Venid, ballenas y orcas, 
Que sus miembros inmundos 
 Colmen los abismos profundos! 
¿Qué digo? 
¡Ay! Yo deliro. 
¡Oh miserable!, ¿qué pedía? 
¡Oh Teseo, oh Teseo mío!, 
No era, no era yo quien tan duras cosas dijo; 
Habló mi afán, habló el dolor, 
Habló la lengua, no lo hizo el corazón. 
Mísera, sigo dando lugar 
A la esperanza traicionada, y no se apaga
 A pesar de tanto escarnio el fuego de Amor. 
¡Apaga, tú, muerte, las llamas indignas! 
¡Oh Madre, oh Padre, oh del antiguo 
Reino Las soberbias moradas, donde tuve cuna de oro, 
Oh sirvientes, oh fieles amigos (ay, destino indigno), 
Mirad dónde me llevó la cruel fortuna, 
Mirad qué dolor heredé del amor mío, 
De mi fidelidad y de aquel que me ha engañado! 
Así vive quien en demasía ama y se fía..."

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Friedrich Nietszche
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"¿Quién me calienta, quién me ama todavía?
¡Dadme manos ardientes!
¡dadme un brasero para el corazón!
Tendida en la tierra, estremeciéndome,
como una medio muerta a quien se le calienta los pies,
agitada, ay, por fiebres desconocidas,
temblando ante glaciales flechas agudas de escalofrío,
cazada por ti, ¡pensamiento!
¡Innombrable! ¡Encubierto! ¡Aterrador!
¿Tú, cazador entre las nubes!
¡Fulminada a tierra por ti,
ojo sarcástico que me mira desde lo oscuro!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todos los martirios eternos,
herida,
por ti, el más cruel cazador,
tu desconocido, dios…

¡Hiere más hondo!
¡Hiere de nuevo!
¡Pica, repica en este corazón!
¿A que viene este martirio
con flechas de dientes romos?
¿Qué miras otra vez
sin cansarte del tormento humano
con malévolos ojos de rayos divinos?
¿No quieres matar,
sólo martirizar, martirizar?
¡Para qué martirizarme a mí,
malévolo dios desconocido?

¡Ah, ah!
¿Te acercas sinuoso
en semejante medianoche?…
¿Qué quieres?
¡Habla!
Me estrechas, me oprimes,
¡ah, ya demasiado cerca!
Me oyes respirar,
acechas mi corazón,
¡celoso!
-¿pero celoso de que?-
¡Fuera, fuera!
¿para qué la escala?
¿quieres subir
adentro, hasta el corazón,
subir hasta mis más
secretos pensamientos?
¡Impúdico! ¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué quieres sacar robando?
¿Qué quieres sacar escuchando?
¿Qué quieres sacar atormentando?
¡tú, atormentador!
¡tú, dios verdugo!
¿O como el perro debo
refregarme contra el suelo ante ti?
¿Sumisa, embelesada fuera de mí
menear la cola por amor?
¡Es inútil!
¡Punza otra vez,
aguijón el más cruel!
No soy tu perro, sólo tu presa,
¡cazador el más cruel!
tu más orgullosa prisionera,
bandido tras las nubes…
¡Habla al fin!
¡Tú, encubierto con el rayo! ¡Desconocido! ¡habla!
¿Qué quieres, salteador, de mi?…
¿Cómo?
¿Un rescate?
¿Qué quieres de rescate?
Pide mucho, ¡lo aconseja mi orgullo!
Y habla poco, ¡lo aconseja mi orgullo!

¡Ah, ah!
¿a mí es a quien quieres? ¿a mí?
¿a mí entera?…
¡Ah, ah!
¿Y me martirizas? ¡Loco que eres un loco!
¿Requetemartirizas mi orgullo?
Dame amor, ¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
dame manos ardientes,
dame un brasero para el corazón,
dame, a la más solitaria,
a la que el hielo, ¡ay!, siete capas de hielo
enseñan a añorar enemigos,
da, sí, entrega,
enemigo el más cruel,
dame ¡a ti!..

¡Se acabó!
Entonces huyo él,
mi único compañero,
mi gran enemigo
¡mi dios verdugo!…
¡No!
¡vuelve!
¡Con todos tus martirios!
Todo el curso de mis lágrimas
discurre hacia ti,
y la última llama de mi corazón
para ti se enardece.
¡Oh, vuelve,
mi dios desconocido! ¡mi dolor!
¡mi última felicidad!…


Un rayo. Dionisyos aparece con esmeraldina belleza.


Dionysos:
Sé juiciosa, Ariadna…
Tienes oreja pequeñas, tienes mis orejas:
¡mete en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?…
Yo soy tu laberinto
"

"Nada de lo humano le es ajeno,
 y vive, sin embargo,
 en perpetua relación con lo divino..."
(Paolo Santarcangeli)