Mundo Fusion

martes, enero 01, 2019

La Bruja Blanca...

*****************************************
La Bruja Blanca
(Julio Ascanio)
*****************************************
Confidencias

"...- Pues bien, debo comenzar por confesaros que, desde que tengo uso de razón he sentido en mi espíritu toda la fuerza de una verdadera pasión religiosa; siento en mi alma deseos infinitos, ideas más grandes que todo lo que me rodea. Esto que en nostros piensa, quiere, y que llamamos alma, se eleva sobre los más altos montes, abarca las llanuras más dilatadas, abraza los mares más extensos, no se asusta ante la inmensidad del firmamento; el amor de todas las criaturas me parece pobre para un alma tan grande; la acumulación de todas las riquezas se me figura un juego de niños que acumulan juguetes que pronto cansan, porque no pueden llenar la vasta capacidad de nuestro espíritu. El objeto del alma debe ser proporcionado a su grandeza, y no estando abajo hay que buscarlo arriba, en Dios, Dios que veo y siento por todas las partes; mi Dios se oculta detrás de la flor, cuya hermosura no es más que el resplandor de su hermosura: le presiento detrás del sol, cuya luz me parece reflejo de su claridad: le contemplo oculto en los montes, cuya grandeza es imagen de su grandeza; le veo envuelto en el manto azul de los cielos, que son espejo de su inmensidad; no hay criatura que no hable de El, no hay ser que no esté encargado de predicar alguno de sus atributos. Cierro mis ojos, entro en el santuario de mi alma, y veo clarísimamente que esta alma es compendio de toda la creación. Si es buena, como Dios la ha hecho, ella es hermosa como la flor, grande más que los montes, brilla en la cumbre de su inteligencia una luz más intensa que la luz del sol, y con su pensamiento puede abrazar la inmensidad de los cielos. Yo considero al alma como una planta divina; así como la planta vive siempre abrazada a la tierra con todas sus raices, porque de la tierra saca su vida, así creo que el alma debe de vivir abrazada y echar raíces hondas en su elemento propio, Dios. Planta que se arranca de la tierra que deja de abrazar la tierra con todas sus raices, muere; alma que se arranca de Dios, que deja de abrazar a Dios con todas sus raices, pensamiento, voluntad, corazón, se marchita, se seca, perece. Así me explico ese malestar general de la humanidad: es una planta desarraigada de su tierra natural. Dirán que es una exageración el vivir abandonada de un modo tan absoluto a Dios; pero es una lección escrita en todas las páginas del gran libro del Universo; es una lección a la cual debo la paz y felicidad que disfruto.

 - ¿Sois feliz interrumpió madame Loaure.

 - Completamente, contestó Luz y siguió: Os he dado todas estas explicaciones, para que os déis cuenta de mi manera de obrar; dispensadme, yo no sé nada, pero esto que digo es tan sencillo y claro, que espero no lo tomaréis como un alarde de una instrucción de que yo carezco. Pues bien, pensando así, no se ve en todo más que a Dios y a su numerosa familia: los hombres. ¡Los hombres!, plantas desarraigadas, marchitas, amarillentas, secas, sin fruto. Los hombres viven abrazados a la muerte; ¿cómo es posible ser feliz llevando un muerto a cuestas? A veces siento tentaciones de gritar: "Venid a las fuentes de agua viva, y esconded las raices de vuestro ser en Dios, y como la planta saca de la tierra, por la raiz, las hojas, las ramas, la flor y el fruto, así vosotros sacaréis de Dios la luz, la vida, la fortaleza, el amor". ¡Si yo pudiese comunicar estos sentimientos a tantas almas pobres y desgraciadas que viven sin Dios, me sentiría doblemente feliz! ¿Qué placer hay que pueda compararse con él? Yo no sería fiela mi Dios, si no procurase hacer a sus pobres hijos el bien que El me ha hecho a mí..."