Corazón de Cisne...
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El Clan del Oso Cavernario - Jean Auel
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"La luz del Sol, al
penetrar en su nido, la despertó. Salió de la cómoda bolsa entibiada por el
calor de su cuerpo y se dirigió al río para beber agua, con hojas secas todavía
pegadas a su piel. El cielo azul y el Sol brillante eran un consuelo después de
la lluvia del día anterior. Poco después de que echara a andar, la orilla de su
lado del río comenzó a subir. Para cuando decidió tomar otro trago, una
pendiente abrupta la separaba del agua. Empezó a bajar cuidadosamente, pero
perdió pie y cayó rodando hasta abajo.
Se quedó tendida, raspada
y dolorida en el barro junto al agua, demasiado cansada, demasiado débil y
demasiado infeliz para moverse. Gruesos lagrimones le formaban en sus ojos y
corrían por su rostro, y tristes lamentos rasgaban el aire. Nadie la oyó. Sus
gritos se convirtieron en plañidos rogando que alguien fuera a ayudarla. Nadie
fue. Sus hombros se sacudían con sollozos mientras lloraba su desesperanza. No
quería ponerse en pie, no quería seguir adelante pero ¿qué más podría hacer?
¿allí, llorando en el barro?
Cuando dejó de llorar
se quedó tendida junto al agua. Al sentir que una raíz se le incrustaba en el
costado y que su boca sabía a lodo, se sentó. Entonces, cansadamente se puso en
pie y fue a beber un poco de agua del río. Echó a andar de nuevo, retirando
tercamente las ramas que obstruían su paso, trepando por troncos caídos y
cubiertos de musgo, chapoteando a la orilla del río..."
"Cuando un cielo
pesadamente encapotado ocultó la Luna, empezó a preocuparse por el paso del
tiempo. Recordaba exactamente lo que había dicho Brun: “Si, por la gracia de
los espíritus, eres capaz de volver del otro mundo una vez que la Luna haya
concluido su ciclo y se encuentre en la misma fase que ahora, podrás volver a
vivir con nosotros”. Ella no sabía si estaba en el “otro mundo”, pero más que
nada, lo que deseaba era regresar. No estaba segura de poder, no sabía si la
verían cuando se presentara, pero Brun dijo que podía, y ella se aferraba a las
palabras de él. Sólo que, ¿cómo iba a saber cuándo podía volver si las nubes
ocultaban la Luna?
Recordó una vez, mucho
antes, que Creb le había mostrado cómo hacer muescas en un palo. Comprendió que
la colección de palos mellados que guardaba en un sitio del hogar — fuera de
límites para los demás miembros de éste— eran las cuentas del tiempo entre
sucesos importantes. Una vez, por curiosidad, trató de llevar la cuenta de
algo, igual que él, y puesto que la Luna seguía ciclos que se repetían, pensó
que sería divertido ver cuántas muescas harían falta para completar un ciclo.
Cuando lo descubrió Creb, la riñó severamente. La reprimenda fortaleció el
recuerdo de la ocasión además de advertirla de que no deberla volver a hacerlo.
Se preocupó un día entero acerca de cómo iba a saber cuándo regresar a la
cueva, antes de recordar aquello, y decidió que marcaría cada noche. No
importaba lo mucho que se esforzara por retenerlas: se le llenaban los ojos de
lágrimas cada vez que hacía una muesca.
Se le llenaban muy a
menudo los ojos de lágrimas. Cositas insignificantes provocaban el recuerdo de Amor y calor. Un conejo asustado que brincara a través del camino le recordaba
sus largos paseos con Creb. Amaba su viejo rostro áspero, tuerto y lleno de
cicatrices. Pensar en él la hacía llorar. Ver una planta que había cortado para
Iza provocaba sus sollozos al recordar cómo la mujer explicaba sus usos; y su
llanto aumentaba al recordar a Creb quemando su bolsa de medicina. Lo peor de todo
era la noche.
Se había acostumbrado
a andar sola todo el día por sus años pasados en busca de plantas o cazando por
el campo, pero nunca había estado separada de la gente, de noche. Sentada sola
en su cuevita contemplando el fuego y su reflejo rojizo que danzaba sobre la
muralla, lloraba anhelando la compañía de los seres Amados. En ciertos
aspectos, a quien más echaba de menos era a Uba. Con frecuencia abrazaba sus
pieles y las mecía canturreando suavemente para si como tantas veces había
hecho con Uba. Su ámbito satisfacía sus necesidades materiales pero no las
humanas..."
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