Mundo Fusion

domingo, junio 14, 2015

Un tiempo que se nos va...

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Los trenes no dejan huella...
Historia secreta de una ciudad
(Victoriano Cremer)
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"Lo más doloroso es el regreso... Se vuelve siempre con tristeza. Del quehacer de cada día, del vuelo ilusionado, del Amor... Es como el retorno de un funeral en el que hemos despedido al amigo que teníamos pegado a las telas del Alma y al que no veremos más. No se puede encontrar consuelo mediante la reconstrucción del tiempo pasado. Porque el pasado ni vuelve ni se rehace. Mientras está en nosotros, con nosotros, "es", tiene sustancia, sentido y pálpito. Le sentimos, le gozamos, le vemos. Pero así que pasa, así que se consume, nos queda solamente un sentimiento de vacío que nos asusta si le contemplamos, como si nos viéramos reflejados en un espejo de negros azogues.

Regresamos del necesario afán de merecer nuestro pan de cada día, con cansancio en el Alma, porque el trabajo que se repite como la gota de agua de los tormentos medievales, acaba por traspasar nuestras fronteras llenándolas de ácidas espumas. De la ilusión volvemos sin esperanza y del Amor con tristeza. Todo regreso deja en el Hombre un poso de derrota. Como seres derrotados caminamos, buscando la esperanza en el silencio, en el acogimiento claustral de la casa, en el amparo nocturno del hogar, hecho con residuos, con testimonios mudos de un tiempo que se nos fue de entre las manos y que tiene impresa nuestra huella en las calles, en las piedras, en las maderas, en las dulces y lánguidas y pacíficas y maternales vestiduras.


 "Y al placer de reencontrar el limbo 
de un tiempo que se nos va...
(...)
Que los días se van, ríos son...
Ahora quiero sentir, caminar...
Ahora quiero pintar, percibir...
el color de esa flor que se marchitará..."
(El último de la Fila)


El Hombre solamente vuelve de sus destinos definitivos: al hogar de la paciencia, donde se ensaya la suprema quietud del recinto definitivo de su desnacimiento. Y a la formidable entraña insaciable de la tierra. El Hombre, que aparentemente parece un ser destinado a la aventura, a la proyección, a la conquista, que avasalla los límites establecidos y conmueve con su paso la fabulosa proclamación de las constelaciones, es, en realidad, un tímido, acongojado y empavorecido animal que busca cobijo. Nace arropado por telas y sangres palpitantes en las entrañas conmovidas de la madre; vive envuelto en los cálidos terciopelos del hogar; y para su fin se procura la seguridad impasible del mármol. Lo más doloroso es el regreso... Del quehacer de cada día, del vuelo ilusionado, del Amor..."