Y si el Ermitaño hablara...
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La Vía del Tarot
(Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa)
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«He
llegado al final del camino, allí donde lo impensable se presenta como
un abismo.
Ante esta nada, no puedo avanzar. Sólo puedo andar hacia
atrás, contemplando lo ya recorrido. A cada retroceso, formo ante mí una
realidad.
Entre
la vida y la muerte, en una crisis continua, mantengo encendida mi
linterna, mi consciencia. Me sirve, por supuesto, para guiar los pasos
de quienes me siguen por la vía que he abierto. Pero brilla también para
señalarme a mí mismo: he llevado a cabo toda la labor espiritual que
debía hacer. Ahora, oh misterio infinito, ven en mi ayuda.
Poco
a poco, he ido deshaciéndome de las ataduras. Ya no pertenezco a mis
pensamientos. Mis palabras no me definen. He vencido mis
pasiones: desprendido del deseo, vivo en mi corazón como en un árbol
hueco. Mi cuerpo es un vehículo que veo envejecer, pasar, desvanecerse
como un río de curso irresistible. Ya no sé quién soy, vivo en la
ignorancia total de mí mismo. Para llegar a la luz, me adentro en la
oscuridad. Para llegar al éxtasis, cultivo la indiferencia. Para llegar
al amor a todo, me retiro en la soledad. Allí, en el último recoveco del
universo, es donde abro mi alma como una flor de pura luz. Gratitud sin
exigencia, la esencia de mi conocimiento es el conocimiento de la
Esencia.
Por
el camino de la voluntad, he llegado hasta la cima más alta. Soy llama,
luego calor, luego luz fría. He aquí que brillo, que llamo y espero. He
conocido mi soledad completa. Este ruego va directamente de mí a mi
Dios interior: tengo la eternidad delante de mi espalda. Entre dos
abismos, he esperado y seguiré esperando. Ya no puedo avanzar ni
retroceder por mí mismo: necesito que vengas. Mi paciencia es infinita,
como tu eternidad. Si no vienes, te esperaré aquí mismo, pues esperarte
se ha convertido en mi única razón de vivir. ¡Ya no me muevo! Brillaré
hasta consumirme. Soy el aceite de mi propia lámpara, este aceite es mi
sangre, mi sangre es un grito que te llama. Soy la llama y la llamada.
He
cumplido mi cometido. Ahora sólo tú puedes continuarlo. Soy la hembra
espiritual, la actividad infinita de la pasividad. Como una copa,
ofrezco mi vacío para que sea colmado. Porque me he ayudado a mí mismo,
ahora ayúdame Tú...»
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