¿Dudar? Quizás...
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Tao Te King (Lao-Tsé)
Prólogo de Richard Wilhelm
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20
Entre quizás y sin duda,
¿qué diferencia hay?
Lo bueno y lo malo,
¿en qué se diferencian?
Hay que respetar lo que los hombres respetan.
¡Oh soledad! ¿Cuánto tiempo durarás?
Todos están tan radiantes,
que parece que hubiera llegado
la fiesta del Gran Sacrificio,
como si fuese primavera
y estuvieran subiendo a las torres.
Yo soy el único que duda,
aún no se me ha aparecido ninguna señal,
soy como un recién nacido que todavía no sabe reír,
desasosegado, errante, como si no tuviera patria.
Todo el mundo vive en la abundancia,
solo yo parezco olvidado.
Tengo el corazón tan confuso y sombrío como el de un
loco.
Los hombres de este mundo
Entre quizás y sin duda,
¿qué diferencia hay?
Lo bueno y lo malo,
¿en qué se diferencian?
Hay que respetar lo que los hombres respetan.
¡Oh soledad! ¿Cuánto tiempo durarás?
Todos están tan radiantes,
que parece que hubiera llegado
la fiesta del Gran Sacrificio,
como si fuese primavera
y estuvieran subiendo a las torres.
Yo soy el único que duda,
aún no se me ha aparecido ninguna señal,
soy como un recién nacido que todavía no sabe reír,
desasosegado, errante, como si no tuviera patria.
Todo el mundo vive en la abundancia,
solo yo parezco olvidado.
Tengo el corazón tan confuso y sombrío como el de un
loco.
Los hombres de este mundo
son muy lúcidos, tan lúcidos.
Solo yo parezco turbio.
Los hombres de este mundo
Solo yo parezco turbio.
Los hombres de este mundo
son inteligentes, tan inteligentes.
Solo yo parezco encerrado en mí mismo,
agitado, ay, como el mar,
dando vueltas, ay, interminablemente.
Todo el mundo tiene propósitos,
solo yo permanezco ocioso como un mendigo.
Soy distinto de los demás.
Para mí, lo más importante es
buscar el alimento en el seno de la Madre...
Solo yo parezco encerrado en mí mismo,
agitado, ay, como el mar,
dando vueltas, ay, interminablemente.
Todo el mundo tiene propósitos,
solo yo permanezco ocioso como un mendigo.
Soy distinto de los demás.
Para mí, lo más importante es
buscar el alimento en el seno de la Madre...
"Lao-Tsé no fundó ninguna escuela, al
contrario de lo que hizo Confucio. No sentía ni el deseo ni la necesidad
de hacerlo. Porque no tenía la intención de difundir una doctrina.
Vislumbró para sí las grandes conexiones universales, y vertió
dificultosamente lo visto en palabras, abandonando a otros espíritus
afines de épocas posteriores la tarea de seguir independientemente sus
indicaciones, y contemplar por sí mismos el conjunto del mundo, las
verdades que había descubierto. Y lo consiguió. En todos los tiempos han
existido pensadores que levantaron la vista por encima de los fenómenos
pasajeros de la vida humana, hacia el sentido eterno del proceso
cósmico, cuya grandeza desafía toda conceptualización; en él encontraron
la paz y el alivio que resultan de la capacidad de restarle importancia
a la así llamada seriedad de la vida, una seriedad que carece de valor
esencial intrínseco. Pero son unas pocas personas aisladas; por su misma
naturaleza, esta manera de interpretar la vida no se puede cultivar en
masa..."
"Cuando
un principio unilateral se elabora hasta sus últimas consecuencias,
siempre se manifiestan sus límites a partir de cierto punto. En este
terreno, el hecho de tomar como principio fundamental al agua, al fuego,
al átomo, al Ser o al Espíritu, no constituye una diferencia esencial:
se trata siempre de un lado particular de la experiencia global, cuya
aplicación necesariamente tiene límites. Esta es también la razón por la
que los sistemas filosóficos particulares cambiaron constantemente
durante el periodo cosmológico de la filosofía griega: todos carecían de
un fundamento central. Esto explica por qué el principal defecto de
todos aquellos sistemas aparece en cuanto se intenta aplicarlos al
terreno psicológico. Un sistema cuyo principio básico es cosmológico
nunca puede trascender los límites de una psicología materialista. La
transformación de la filosofía griega se efectuó, como es sabido,
durante el periodo del escepticismo subjetivo de los sofistas; pero no
fue sino en el periodo posterior cuando, utilizando todos los materiales
tantas veces reelaborados, se crearon los grandes sistemas de
Demócrito, de Platón y, sobre todo, de Aristóteles, preparándose así con
sus diversas tendencias el camino hacia una recapitulación homogénea
del pensamiento.
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