Mundo Fusion

miércoles, marzo 15, 2017

El Paraíso Perdido....


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El Paraiso Perdido
(John Milton)
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"Mejor reinar en el Infierno que servir en el Empíreo..."


"(...)A lo que el Tentador repuso malicioso:
«¿De verdad? ¿Ha dicho Dios, pues, que del fruto
De estos árboles del Paraíso no podéis comer,
Mas os declara Amos de la tierra toda o aire?».
A quien Eva, todavía inmaculada: «Frutos nos permite
De cualquiera de los árboles en el Jardín,
Mas del fruto de este bello Árbol que hay en medio
Del Jardín, ha dicho Dios: “No probaréis
 De él, tampoco lo toquéis, no sea que muráis”».
Apenas lo dijera, breve, cuando más audaz ahora
            El Tentador, mas exhibiendo amor y celo
            Por el hombre, indignación por el agravio,
            Nuevo tono adopta y, cual movido a la pasión,
            Fluctúa perturbado, aún prudente, y teatral
            Se eleva como a dar comienzo a gran materia.
            Como aquellos oradores de renombre, antiguamente,
            En Atenas o en la Roma libre, donde la elocuencia
            Floreció —después silente—, defendiendo causa grande,
            Aguardaba concentrado, mientras cada parte,
            Movimiento, cada gesto, le ganaba audiencia
            Antes que su lengua comenzase épica: demora
            De prefacio no le admite el ansia justiciera.
            Así erguido, removiéndose, alzando envergadura,
            Apasionado el Tentador así empezó:

            «Oh sagrada, sabia, planta que saber otorgas,
            Madre de la ciencia, ahora siento tu poder
            En mí con claridad, no sólo en discernir
            Las cosas en sus causas, sino hallar la vía
            De mayúsculos Agentes, sabios que se piensen.
            Reina de este Universo, no te creas
            Esas amenazas rígidas de muerte, pues no moriréis;
            ¿Cómo así? ¿Por el fruto? Os da la vida
            Del conocimiento. ¿Por quien amenaza? Mírame,
            Pues yo he tocado y he gustado, pero vivo
            Y vida más perfecta he conseguido que el destino
            Quiso, atreviéndome a vencer mi suerte.
            ¿Tendrá cerrado el hombre el camino abierto
            Al animal? ¿O acaso Dios en cólera arderá
            Por travesura tan pequeña, no elogiando,
            Antes bien, tu intrépida virtud, pues ni el daño
            Anunciado de la muerte, sea muerte lo que sea,
            Te impidió aspirar a lo que lleva a vida
            Más dichosa, el Saber del Bien y el Mal.
            ¿Del Bien? ¡Qué justo! ¿Del Mal?, si el Mal
            Existe ¿por qué no conocerlo, por mejor rehuirlo?
            Dios, por ello, no podría haceros daño, siendo justo;
            ¿Justo no?, tampoco Dios; no temido, no escuchado:
            Vuestro miedo de la muerte el miedo mismo extingue.
            ¿Por qué prohibido, pues, sino por asustar?
            ¿Por qué, sino por manteneros bajos e ignorantes,
            Sus devotos?, porque sabe que en el día
            Que comáis de él, vuestros ojos, que parecen claros
            Mas son turbios, se abrirán entonces,
            Claros por completo, y seréis cual Dioses,
            Del Bien y Mal conocedores como ellos.
            Que seáis vosotros Dioses, si hombre yo,
            Hombre interno, expresa proporción:
            De bruto yo a humano; de humanos, Dioses.
            Así, quizá muráis después de todo, desnudándoos
            Del hombre por vestir al Dios: deseable muerte,
            Aunque usada por coacción, no trayendo fin peor.
            ¿Y qué son los Dioses, que no pueda ser el hombre
            Igual, si participa de divinos alimentos?
            Los Dioses fueron antes y usan su ventaja
            Para convencernos de que todo viene de ellos.
            Yo lo dudo, pues veo esta Tierra bella
            Calentada por el Sol, gestando toda especie:
            Ellos nada. Si ellos todo, ¿quién guardó
            En este Árbol el Saber del Bien y el Mal,
            Que así quien come de él, de súbito consigue
            Conocer sin su permiso? ¿Y dónde está
            La ofensa, en que el hombre sepa?
            ¿En qué lo dañaría vuestra ciencia, o este Árbol
            Qué daría en contra de él, si todo es suyo?
            ¿O es envidia, y podrá morar la envidia
            En pecho empíreo? Esta, esta idea y muchas más
            Indican cuánto necesitas el hermoso fruto.
            Diosa humana, toma de él y, libre, pruébalo..."


 "(...)Aquí se tuvo; y el Arcángel pronto estuvo cerca,
            No en su forma celestial, sino cual hombre guarnecido
            Para trato humano; sobre la armadura refulgente,
            Su gonela militar de púrpura fluida le caía
            Más brillante que la melibea, o la púrpura
            De Sarra, que llevaron reyes, héroes en lo antiguo,
            En las épocas de tregua; Iris misma la tiñera.
            Su yelmo astral deshebiliado lo mostraba joven,
            En la cima de su lozanía; a un costado,
            Como en fúlgido zodiaco, la espada le pendía,
            El terror de Satanás, y portaba lanza en mano.
            Se inclinó Adán sumiso; regio el otro, obvió
            La reverencia, declarando así su cometido:
            «Adán, mandato celestial no exige prólogo:
            Baste pues que tus plegarias son oídas y la Muerte,
            Por sentencia merecida al transgredir,
            Hurtada es de su presa muchos días,
            Para ti de gracia, en que podrás arrepentirte
            Y una mala acción cubrir con múltiple bondad.
            Bien puede que, aplacado Dios entonces,
            Del voraz imperativo de la Muerte te redima;
            Mas que sigas habitando en este Paraíso
            No lo acepta. He venido a desterrarte,
            Y expulsarte del Jardín a cultivar la tierra
            De que fuiste tú formado, suelo más acorde..."
 
"Vivamos pues aquí, caídos mas contentos..."