Mundo Fusion

viernes, marzo 10, 2017

Penelope´s Song...

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La Odisea (Homero)
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Entonces la diosa de ojos brillantes, Atenea, puso en la mente de la hija de Icario, la prudente Penélope, la idea de aparecer ante los pretendientes, a fin de que ensanchara aún más el corazón de éstos y resultara aún más respetable que antes a los ojos de su esposo e hijo. Sonrió sin motivo, dijo su palabra a la despensera y la llamó por su nombre: 

"Eurínome, mi ánimo desea, aunque nunca antes lo deseó, mostrarme ante los pretendientes por odiosos que me sigan siendo. Voy a decir a mi hijo una palabra que quizá le resulte provechosa: que no se mezcle con los pretendientes, quienes le hablan bien, pero por detrás le piensan mal. "

Y Eurínome, la despensera, le dirigió su palabra: 

"Sí, todo esto lo dices como te corresponde, hija. Conque ve y di a tu hijo tu palabra y nada le ocultes, pero antes lava tu cuerpo y pinta tus mejillas. No vayas con el rostro tan empapado de llanto, que es cosa mala andar siempre entre penas. Tu hijo es ya tan grande como pedías a los inmortales verlo, cubierto de barba. "

Y le contestó la prudente Penélope

"Eurínome, no digas, por más que te cuides de mí, que lave mi cuerpo y unja mis mejillas con aceite, que los dioses que ocupan el Olimpo me arrebataron la belleza el día que aquél se marchó en las cóncavas naves. Pero dile a Autónoe e Hipodamia que vengan, a fin de que me acompañen por el palacio. No quiero presentarme sola ante hombres, pues siento vergüenza."

Así dijo, y la anciana atravesó el mégaron para dar el recado a las mujeres y apremiarlas a que marcharan. 

Entonces Atenea, la diosa de ojos brillantes, concibió otra idea: derramó sobre la hija de Icario dulce sueño y ésta echóse a dormir en la misma silla y todos los miembros se le aflojaron. Entretanto, la divina entre las diosas le otorgó dones inmortales para que los aqueos se admiraran al verla. En primer lugar limpió su hermoso rostro con la belleza inmortal con que suele adornarse Citerea, de linda corona, cuando comparte el deseable coro de las Gracias. También la hizo más alta y más fuerte a la vista y la hizo más blanca que el marfil tallado. Realizado esto, se alejó la divina entre las diosas y llegaron del mégaron las siervas de blancos brazos, acercándose con vocerío. 

Entonces abandonó el sueño a Penélope, frotóse las mejillas con sus manos y dijo: 

"¡Qué blando letargo ha cubierto mis sufrimientos! Ojalá la casta Artemis me proporcionara una muerte así de blanda ahora mismo, para no seguir consumiendo mi vida con corazón acongojado en la nostalgia de las muchas virtudes de mi marido, pues era el más excelente de los aqueos. "

Así diciendo, abandonó el brillante piso de arriba, pero no sola, que la acompañaban dos siervas. Cuando llegó juntó a los pretendientes la divina entre las mujeres se detuvo junto a una columna del ricamente labrado techo, sosteniendo ante sus mejillas un grueso velo. Y una diligente sierva se colocó a cada lado. Las rodillas de los pretendientes se debilitaron allí mismo, pues había hechizado su corazón con el deseo, y todos desearon acostarse junto a ella en la cama. 

Entonces se dirigió a Telémaco, su querido hijo: 

"Telémaco, ya no tienes voluntad ni juicio firmes. Cuando eras niño regías tus intereses aún mejor que ahora; en cambio, ahora que eres grande y has alcanzado la medida de la juventud, y eso que cualquiera pensaría que eres hijo de un hombre rico mirando tu talla y hermosura, un ser de otro sitio, y no tienes voluntad ni juicio como es debido. ¡Qué acción es esta que se ha producido en el palacio ... y tú que has permitido que se ultrajara a este forastero ... ¿Qué pasaría si un huésped alojado en nuestro palacio recibiera este doloroso trato? Seguro que la vergüenza y el escarnio de las gentes serían para ti. "

Y Telémaco le contestó discretamente: 

" Madre mía, no me voy a indignar porque te irrites conmigo, que pienso en mi interior y sé muy bien cada cosa, lo bueno y lo malo, aunque hasta ahora he sido todavía un niño. Pero no puedo pensar en todo con discreción, pues me asustan éstos que se sientan a mi lado maquinando maldades y yo no tengo quien me ayude. El altercado entre el forastero e Iro se ha producido no por voluntad de los pretendientes, sino porque aquél era más vigoroso. 

 ¡Ojalá, por Zeus padre, Atenea y Apolo, que los pretendientes inclinaran su cabeza vencidos, en el patio los unos, dentro de la casa los otros, y se les aflojaran los miembros de la misma forma que el desdichado Iro está ahora sentado con la cabeza gacha, semejante a un borracho, sin poder tenerse en pie ni volver a casa, pues sus miembros están flojos. "

Así se decían uno a otro. Y Eurímaco se dirigió a Penélope con palabras: 

"Hija de Icario, prudente Penélope, si te contemplaran todos los aqueos de Argos de Yaso, serían muchos más los pretendientes que se banquetearan desde el amanecer en vuestro palacio, pues sobresales entre las mujeres por tu forma y talla y por el juicio que tienes dentro bien equilibrado."

Y le contestó luego la prudente Penélope

" Eurímaco, en verdad han destruido los inmortales mis cualidades, forma y cuerpo, el día en que los aqueos se embarcaron para Ilión, y con ellos estaba mi esposo Odiseo. Si al menos viniera él y cuidara mi vida, mayor sería mi gloria y yo más bella, pero estoy afligida, pues son tantos los males que la divinidad ha agitado contra mí. Cuando marchó Odiseo abandonando su tierra patria, me tomó de la mano derecha por la muñeca y me dijo: Mujer, no creo que vuelvan incólumes de Troya todos los aqueos de buenas grebas, que dicen que los troyanos son buenos luchadores, tanto lanzando el venablo como las flechas o montando en veloces caballos, los cuales pueden decidir rápidamente una gran contienda cuando está equilibrada. Por esto, no sé si va a librarme dios o perecerá en la misma Troya. Cuida tú aquí de todo; presta atención a mis padres en el palacio como ahora, o todavía más, cuando yo esté lejos. Cuando veas que mi hijo ya tiene barba, cásate con quien desees y abandona tu casa. Así dijo aquél y todo se está cumpliendo. Llegará la noche en que el odioso matrimonio salga al encuentro de esta desgraciada a quien Zeus ha quitado la felicidad. Pero me ha llegado al corazón esta terrible aflicción: no suele ser así, al menos antes no lo era, el comportamiento de los pretendientes que quieren cortejar a una mujer noble, hija de un hombre rico, rivalizando entre sí; suelen llevar vacas y rico ganado para festín de los amigos de la novia y entregar a ésta brillantes presentes, pero no comerse sin pagar una hacienda ajena..."


Al punto se dirigió a los pretendientes y dijo: 

"Escuchadme, ilustres pretendientes que hacéis uso de esta casa para comer y beber sin cesar un instante, la de un hombre que lleva ausente largo tiempo. Ningún otro pretexto podéis poner sino que estáis deseosos de casaros conmigo y tomarme por mujer. Conque, vamos, pretendientes, esto es lo que se os muestra como certamen: colocaré el gran arco del divino Odiseo y aquel que lo tense más fácilmente y haga pasar el dardo por las doce hachas, a éste seguiré inmediatamente abandonando esta casa querida, muy hermosa, llena de riqueza, de la que un día, creo, me acordaré incluso en sueños..."