Mundo Fusion

martes, julio 11, 2017

Rosas en el Mar...



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Sobre el Amor y la Soledad
(Jiddu Krishnamurti)
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"El amor no es sentimentalismo ni romanticismo, no depende de nada, y es extremadamente arduo y difícil comprender ese estado o hallarse en él, porque nuestras mentes están siempre interfiriendo, limitando, inmiscuyéndose en su acción. Por eso es importante comprender primero la mente y sus modalidades; de lo contrario, quedaremos atrapados en ilusiones, palabras y sensaciones que muy poco significan. Para la mayoría de las personas, las ideas actúan meramente como un refugio, un escape; las ideas que se han convertido en creencias impiden naturalmente el vivir completo, la acción completa, el recto pensar. Sólo se puede pensar rectamente, vivir de manera inteligente y libre, cuando existe un conocimiento propio cada vez más amplio y profundo..."

"En tanto soy el observador del dolor, no puede haber una terminación del dolor. Pero cuando me doy cuenta de que «yo» soy el dolor, de que el observador es en sí mismo el dolor, cuando la mente se da cuenta de que ella misma es el dolor (no cuando observa el dolor, no cuando lo está sintiendo), de que ella misma es la creadora y la experimentadora del dolor, entonces el dolor llega a su fin. Esto es algo extraordinariamente difícil de experimentar, de percibir, porque durante siglos hemos separado el dolor de aquello que lo experimenta. Esto requiere, no el pensar tradicional, sino una intensa percepción alerta, atenta e inteligente. Ese estado inteligente, integral, es la soledad creativa. El estado integral existe cuando el observador es lo observado. Y en esa soledad creativa, en este estado de plenitud, de completa independencia y libertad del ser, cuando la mente ya no busca a tientas nada, cuando no anda tras de la recompensa ni evita el castigo, cuando está verdaderamente silenciosa, sólo entonces se manifiesta aquello que la mente no puede medir..." 

"Para la mayoría de nosotros, el amor es una cosa extraordinariamente difícil de comprender, porque nuestras vidas son muy superficiales. Queremos que nos amen y también queremos amar, pero tras esa palabra hay un temor latente. ¿No es, entonces, muy importante para cada uno de nosotros, descubrir qué es realmente esta cosa extraordinaria? Y sólo podemos descubrirlo si nos damos cuenta de la manera como miramos a otros seres humanos, como miramos los árboles, los animales, como miramos a un extraño, al hombre hambriento. Debemos ser conscientes de la manera como miramos a nuestros amigos, a nuestro gurú —si es que tenemos uno—, a nuestros padres..."

"La palabra inocencia significa una mente que no es dañada ni daña; es incapaz de lastimar y también es incapaz de ser lastimada; no obstante, es totalmente vulnerable..."

"Ahora nos preguntamos qué es la belleza. Dijimos que no está en el museo, que no está en el cuadro, ni en el rostro, que no es una respuesta al trasfondo de nuestra tradición. Cuando la mente descarta todo eso porque es sensible y porque el sufrimiento ha sido comprendido, uno tiene pasión; hay pasión. Obviamente, la pasión es distinta de la lujuria. La lujuria es la continuación del placer y de la exigencia de placer en diferentes formas. Cuando no hay heridas psicológicas, cuando uno ha comprendido el sufrimiento y ha ido más allá, existe esa calidad de pasión que es absolutamente esencial para comprender el extraordinario sentido de la belleza. Esa belleza no puede existir cuando el «yo» se afirma constantemente a sí mismo. Uno podrá ser un pintor maravilloso, aceptado por el mundo como el más grande de todos, pero si está interesado en su detestable e insignificante «yo», ya ha dejado de ser un artista. Sólo está promoviendo, por medio del arte, su propia continuación egocéntrica.

Una mente libre ha ido más allá de este sentido del sufrimiento; está
libre de toda herida interna y, por lo tanto, tiene la capacidad de no volver a ser lastimada jamás, en ninguna circunstancia. Tanto si la halagan como si la insultan, nada puede afectarla, lo cual no significa que haya erigido una resistencia. Por el contrario, es exquisitamente vulnerable.

Entonces comenzará uno a descubrir qué es el
amor. Evidentemente, el amor no es placer. Ahora puede uno decir que no es placer, no antes, porque ahora ha pasado por todo eso y lo ha descartado. No obstante, uno puede disfrutar las montañas, los árboles y los ríos, los rostros hermosos y la belleza de la tierra; pero cuando la belleza de la tierra se convierte en persecución del placer, deja de ser belleza. De modo que el amor no es placer. El amor no es la persecución ni la evitación del temor. El amor no es apego. El amor no implica sufrimiento; es obvio. Ese amor significa amor por lo total, lo cual es compasión. Y ese amor tiene su propio orden, orden tanto interno como externo; ese orden no puede lograrse mediante la legislación. Ahora bien, cuando ustedes comprenden esto y lo viven cotidianamente —de lo contrario no tiene ningún valor, es tan sólo un montón de palabras sin sentido alguno, nada más que cenizas—, cuando lo viven así, la vida tiene un significado completamente diferente..."

"Usted sabrá qué es el amor cuando la mente esté muy quieta y libre de su búsqueda de gratificación y de escape. Primero, el proceso de la mente tiene que cesar por completo. La mente es el resultado del pensamiento, y el pensamiento es tan sólo un pasaje, un medio para un fin. Cuando la vida es tan sólo un pasaje hacia alguna cosa, ¿cómo puede haber amor? El amor nace cuando la mente se ha aquietado de manera natural —no cuando ha sido aquietada—, cuando ve lo falso como falso y lo verdadero como verdadero. Cuando la mente está quieta, cualquier cosa que ocurra es la acción del amor, no es la acción del conocimiento. El conocimiento es mera experiencia, y la experiencia no es amor. La experiencia no puede conocer el amor. El amor se manifiesta cuando comprendemos el proceso total de nosotros mismos, y la comprensión de nosotros mismos es el principio de la sabiduría..."