Mundo Fusion

viernes, enero 31, 2014

Hace mucho tiempo...

Yo estoy segura de que estamos muy cerca de que las profecías Hopi se cumplan... Y tú qué crees...?

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La Matriz Divina - Gregg Braden
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"Hace mucho tiempo, nuestro mundo era muy distinto a como es hoy en día," comenzó a relatar el guardián de sabiduría. "Había menos gente y vivíamos más cerca de la tierra. La gente conocía el lenguaje de la lluvia, de las cosechas y del Gran Creador. Sabían cómo hablar con las estrellas y con los seres del cielo. Comprendían que la vida era sagrada y que era producto del matrimonio entre la Madre Tierra y el Padre Cielo. En esa época había equilibrio y la gente era feliz."

Al oír la calmada voz del hombre hacer eco contra el risco de arenisca que nos rodeaba, sentí que algo muy antiguo brotaba de mi interior. De repente, su voz se entristeció.

"Luego, algo ocurrió," dijo. "Nadie en verdad sabe por qué, pero comenzaron a olvidar quiénes eran. Con el olvido, comenzaron a sentirse separados, separados de la tierra, de los demás, y hasta de su creador. Se perdieron y deambularon por la vida sin dirección ni conexión. En su separación, creían que tenían que pelear para sobrevivir en este mundo, y defenderse contra las mismas fuerzas que les habían dado la vida, en la que habían
aprendido a vivir en armonía y confianza. Muy pronto, usaron toda su energía para protegerse del mundo que los rodeaba, en vez de hacer las paces con su mundo interior."

De inmediato, la historia de aquel hombre resonó conmigo. Mientras escuchaba lo que decía, ¡me parecía que estaba describiendo a los humanos de hoy en día! Con las pocas excepciones de algunas culturas aisladas y concentraciones remotas de tradiciones que aún quedan, nuestra civilización ciertamente coloca su enfoque más en el mundo a nuestro alrededor y menos en el mundo en nuestro interior. Gastamos cientos de millones de dólares cada año para defendernos de enfermedades e intentar controlar a la naturaleza. Al hacerlo, quizá nos desviamos aún más de nuestro equilibrio con el mundo natural de lo que ya estábamos. El guardián de sabiduría había logrado llamar mi atención, la pregunta ahora era: ¿adonde quería llegar con su historia?

"Aunque habían olvidado quiénes eran, en algún punto de su interior permanecía el don de sus ancestros," continuó. "Todavía les quedaba un recuerdo que vivía con ellos. En sus sueños sabían que poseían el poder de sanar sus cuerpos, de atraer la lluvia cuando fuera necesario y de hablar con sus ancestros. Sabían que de alguna manera podían encontrar de nuevo su lugar en el mundo de la naturaleza. Mientras intentaban recordar quiénes eran, comenzaron a construir cosas fuera de sus cuerpos para recordarles quiénes eran en su interior. Con el paso del tiempo, incluso construyeron máquinas para curar a las personas, crearon químicos para hacer crecer sus cosechas, y extendieron cables para comunicarse a través de largas distancias. Cuanto más se desviaban de su poder interior, más se enredaban sus vidas externas con las cosas que creían que los harían felices."

Mientras lo escuchaba, vi los inconfundibles paralelos entre las personas de las que él hablaba y nuestra civilización actual. Estamos inmersos en sentimientos de impotencia en cuanto a ayudarnos a nosotros mismos y hacer de nuestro mundo algo mejor. Con frecuencia nos sentimos inútiles ante los deslices de nuestros seres queridos, cuando quedan sujetos al dolor y a las adicciones. Pensamos que somos impotentes para aliviar el dolor de las terribles enfermedades, que ningún ser viviente debería tener que soportar. Sólo nos queda esperar que llegue la paz para que nuestros seres queridos se liberen del terror de las guerras en otros países. Y en conjunto, nos sentimos insignificantes ante la presencia de una creciente amenaza nuclear, mientras el mundo se alinea según las divisiones de religiones, razas y fronteras. Parece que cuanto más nos alejamos de nuestra relación natural con la tierra, con nuestros cuerpos, con nuestros semejantes y con Dios, más vacíos nos volvemos. En esa vacuidad, nos esforzamos por llenar nuestro vacío interior con "cosas". Cuando miramos el mundo desde esta perspectiva, no podemos hacer otra cosa más que pensar en un dilema similar representado en la película de ciencia-ficción llamada Contacto. El consejero científico del presidente (interpretado por Matthew McConaughey) explora la pregunta fundamental que enfrenta toda sociedad tecnológica. Durante una entrevista de televisión, él pregunta si somos una mejor sociedad como consecuencia de nuestra tecnología; si eso nos ha unido o nos ha separado aún más. La pregunta no llega a ser respondida en la película, y este tema podría ser el móvil de todo un libro. Sin embargo, es un buen punto que el consejero se haga la pregunta de qué tanto de nuestro poder estamos entregando en aras de nuestras diversiones. Cuando sentimos que los juegos de video, las películas, las relaciones virtuales y las comunicaciones sin voz, son parte de nuestras necesidades y se han convertido en sustitutos de la vida real y del contacto cara a cara, puede ser una señal de una sociedad en apuros. Aunque los equipos electrónicos y las actividades recreativas parecen hacer la vida más interesante, también pueden ser advertencias de lo mucho que nos estamos desviando de nuestro poder de llevar una vida enriquecedora, sana y significativa. Además, cuando nos enfocamos más en evitar enfermedades que en llevar una vida sana, en mantenemos alejados de las guerras en vez de cómo cooperar de forma pacífica, y en cómo crear nuevas armas en vez de cómo vivir en un mundo en donde los conflictos armados serían obsoletos, es claro que el sendero en el que nos encontramos es el de la supervivencia. En dicha modalidad, nadie es verdaderamente feliz, en realidad nadie "gana." Cuando nos descubrimos viviendo de esta manera, lo obvio que debemos hacer es buscar otro camino. Y esto es precisamente de lo que trata este libro y la razón por la cual comparto con ustedes esta historia.

"¿Cómo termina la historia?" le pregunté al guardián de sabiduría. "¿Lograron esas personas encontrar su poder y recordar quiénes eran?" Para ese momento, el sol había desaparecido tras los muros del cañón, y por primera vez pude ver en verdad con quién había estado hablando. El hombre de tez bronceada por el sol, estaba de pie al frente mío con una amplia sonrisa al escuchar mi pregunta. Se quedó callado por un momento y luego susurró: "Nadie lo sabe porque la historia no ha terminado. Aquellos que se perdieron son nuestros ancestros, y nosotros somos los que estamos escribiendo el final. ¿Usted qué cree...?"