A todas las mujeres...
Hay mujeres (Joaquín Sabina)
El otro día leyendo un texto de Mario Vargas Llosa "Las flores del desierto" y a partir del título de la exposición de fotografía de Eunice Adorno sobre las mujeres menonitas "Las mujeres flores", me dio por reflexionar en la gran belleza de comparar a las mujeres con flores, y no pude evitar por otro lado un sentimiento de pena y tristeza al pensar en las mujeres como floreros. Creo que todas nosotras en alguna etapa de nuestra vida nos hemos sentido mujer florero, si nos preguntaran ahora mismo no sabríamos posiblemente explicar cómo acabamos así, posiblemente buscábamos el ser amadas, aceptadas, queridas, admiradas, respetadas... y no nos dimos cuenta de que para eso no hay que quedarse solo en el exterior, en el físico, en tratar de mantener y hacer perdurar la juventud a toda costa, porque al final queramos o no, eso se acaba marchitando al igual que en las flores...
Cuando pienso en una mujer flor inmediatamente viene a mi mente una flor con fuertes raíces en la tierra, una flor con colores vivos, brillantes, radiantes, llena de energía, buscando cada rayo de sol, cada gota de lluvia, cada brisa, mirando al cielo, pero siempre firme, sin perder contacto con la tierra. Esas flores con el paso del verano se marchitan, sus hojas se arrugan, sus pétalos se caen, pero su verdadera esencia sigue en ese tronco fuerte, en esas raíces, en esa savia interna que es lo que la mantiene, y aunque durante temporadas parezca que no volveremos a florecer, a renacer, el estar conectadas con esa savia interior hace que con los años vayamos teniendo la certeza, la confianza y la seguridad de que en cada nuevo ciclo, en cada nuevo florecer seguiremos siendo bellas, a pesar de los años, de las arrugas, del paso inexorable y continuo del tiempo...
En cambio cuando pienso en una mujer florero lo que veo es una flor cuyo tallo ha sido cortado, separada de lo que la nutre, y es una preciosa flor única y exclusivamente en el momento de ser cortada, luego es puesta en un florero con agua y se la quiere conservar a toda costa para que dure, con perfumes, maquillajes, capas de cera, embalsamándola... pero que diferente de la flor que sigue en su tallo, ambas se van marchitando, pero cada una de modo muy diferente...
La mujer flor va perdiendo poco a poco sus pétalos, pero sigue viva, sigue recibiendo el aliento de vida de la madre tierra, y eso ella lo nota, sabe que va envejeciendo y pereciendo para en la próxima estación volver a renacer de nuevo, más fuerte, más bella, más segura, en cambio la mujer florero se alimenta ya solo de lo poco o nada que la nutre, de un agua estancada, contaminada, y al final no sólo sus pétalos caen, sino poco a poco toda ella se va pudriendo, desmoronando y ahora se siente totalmente vacía, hueca, y trata de mantenerse en su florero el mayor tiempo posible aún a costa de seguir pudriéndose, sólo la salvará el que ella misma vea aún en sí algún pequeño brote, algún pequeño resquicio dentro de si misma al que poder agarrarse para dejar de una vez todo lo marchito, todo lo artificial, todo lo accesorio y tratar de volver con ese brote a germinar y renacer en la tierra de donde nunca debió ser arrancada...
4 Comments:
Gracias por tu reflexión y que las raíces y pétalos sigan tan fuertes y vistosas.
UNO DE LOS MAYORES ORGULLOS ES LLEGAR A SER UNA VIEJA... dentro de algunos años ¡claro! asumida, contenta dentro de su piel "arrugada" y totalmente Digna.
Un abrazo, seguiremos rebrotando cada primavera.
PAQUITA
El tallo quebrado al crecer, sentía miedo del viento... Hasta que el viento le dijo:No serás flor, Eres Mariposa.
“ No al maltrato Infantil "
Una
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