Disfrutando de los 5 sentidos...

Este fin de semana he estado disfrutando de la naturaleza en un pueblo de la provincia de Soria. El viernes por la tarde salí con unos amigos camino a Villarraso, un lugar en el que aún se puede disfrutar del aire puro, la naturaleza, la tranquilidad...


Cuando llegamos el viernes por la noche, todas las nubes habian desaparecido, como si se hubieran retirado para dejarnos contemplar un espectaculo maravilloso. En cuanto caminamos unos pocos pasos la oscuridad era total, y simplemente con levantar la vista millones de estrellas, como diminutos puntos brillantes decoraban la oscuridad del cielo. La v¡a lactea se distinguia con total claridad, como un largo camino que recorria toda la boveda celeste.

Al dia siguiente salimos a pasear por el campo, visitamos una fuente cercana, aunque el otoño está cada vez mas cerca aun se podian contemplar flores y frutos, como estas moras de las que dimos buena cuenta...

Ya por la tarde iniciamos una ruta hasta el pueblo vecino de Pobar. A la vuelta cogimos un camino a través del monte, nos llevó un buen rato recorrerlo, pero disfruté con todos mis sentidos. Con la vista contemplando un paisaje maravilloso, con el Moncayo al fondo y su cumbre envuelta en nubes. Con el olfato apreciando el olor a tomillo según ibamos caminando. Con el oido escuchando el canto de los pajaros, intentando agudizar al máximo nuestros oidos para ver si captabamos el sonido de algún ciervo que estuviera cerca y disfrutando del sonido de las hojas movidas por el viento... Con el tacto acariciando las hojas y espigas que aún quedaban. Y con el gusto probando las moras de las que os hablaba antes.

De vuelta al pueblo, el verlo allí, entre los montes, en un raso, me hizo sentir una sensación de libertad que hacía tiempo no experimentaba...

Al anochecer de camino al pueblo cercano de Magaña, mientras el sol iba cayendo, las nubes se tornaron de un rojo intenso. Al subir por la empinada cuesta hacia el castillo no era difícil imaginarse el pueblo en una época pasada, cuando el castillo aún estaba habitado, y los cascos de los caballos rompían el silencio. Luego poco a poco las luces del pueblo se fueron encendiendo, luces tenues y cálidas, como recordando un cuento de épocas pasadas...